En un mundo donde la experiencia es el nuevo lujo y la cámara del celular es una extensión de nuestra identidad, las grandes casas de moda están redefiniendo las fronteras de la gastronomía. Lo que antes era coto de chefs Michelin, hoy se ha transformado en un terreno fértil para el despliegue multisensorial de marcas como Gucci, Louis Vuitton y Tiffany’s. Ya no se trata solo de vestir una marca, sino de vivirla con todos los sentidos, una tendencia que Luis Alejandro Morales Ortiz, Executive Director en Another, agencia líder en comunicación estratégica, describe como la conversión de la alta gastronomía en el «nuevo campo de expresión del lujo».

Del diseño al postre: Identidad servida en la mesa

La incursión de las marcas de lujo en el fine dining comenzó de forma discreta y hoy florece en una constelación global de espacios gourmet. Gucci Osteria, con sedes en Florencia, Beverly Hills y Tokio, es un ejemplo brillante de esta fusión, combinando el ingenio culinario de Massimo Bottura con la estética inconfundible de la casa italiana. En Nueva York, el Armani/Ristorante en Madison Avenue no solo ofrece cannelloni genoveses que evocan la cocina materna del chef Antonio d’Angelo, sino que también integra mobiliario de la línea Armani/Casa, creando una experiencia inmersiva.

Le Café Louis Vuitton, también en Manhattan, eleva la experiencia con capuchinos adornados con monogramas, sándwiches con flores LV y postres que son auténticas obras de arte. Este espacio, concebido con la colaboración de chefs de renombre y bajo la dirección del restaurador Stephen Starr, es una clara muestra del despliegue creativo de la maison. Y, por supuesto, no podemos olvidar el icónico Blue Box Café de Tiffany’s, donde la fantasía de «desayuno en Tiffany’s» se hace realidad. Ubicado en el sexto piso de su flagship de la Quinta Avenida, ofrece desde caviar hasta mini croissants, todo servido en la distintiva vajilla azul de la marca y bajo una cascada de sus emblemáticas cajas.

Lujo para la cámara y el algoritmo: La experiencia compartida

Más allá de la exquisitez de los platillos, lo que estas marcas realmente ofrecen es una vivencia cuidadosamente curada. Cada detalle está pensado para ser fotografiado, compartido y celebrado en redes sociales. «La gastronomía permite que consumidores aspiracionales interactúen con la marca sin necesidad de adquirir un producto de cinco cifras, pero sí con una vivencia que proyecta el mismo valor simbólico», explica Morales Ortiz.

Un latte con el logo de Dior o una rebanada de pastel firmada por Louis Vuitton, con costos que oscilan entre 20 y 50 dólares, ofrecen mucho más que un sabor. Brindan una pertenencia temporal, una estética compartida y, sobre todo, una historia digna de ser contada. Estas experiencias actúan como puntos de entrada accesibles al universo del lujo, democratizando de cierta forma el acceso a la exclusividad de las marcas.

El lujo servido en la mesa latina: Un mercado en auge

América Latina no es ajena a esta tendencia. Aunque las casas de moda aún no operan restaurantes permanentes como en Europa o Asia, los fashion cafés están echando raíces a través de espacios efímeros o flagship stores ampliadas. En marzo de 2025, Tiffany & Co. inauguró su nueva flagship store en Masaryk, Polanco, que incluye el primer Blue Box Café de América Latina. En colaboración con el chef Edo López, este espacio fusiona la oferta clásica de Tiffany’s con influencias mexicanas en ingredientes y diseño, creando una experiencia cultural, sensorial y altamente instagrameable.

Durante la temporada navideña de 2024-2025, Dior sorprendió a la capital mexicana con un pop-up café temporal en El Palacio de Hierro, Polanco, que ofrecía bebidas y postres elegantes en cajas doradas, dejando una fuerte huella. Más recientemente, en la primavera de 2025, Guerlain presentó Le Café Guerlain x Sofitel, una experiencia efímera inspirada en su fragancia Aqua Allegoria Rosa Verde, con un menú de pastelería floral y un mensaje de lujo ecológico.

«América Latina representa una gran oportunidad para este tipo de branding experiencial. Hay una nueva generación de consumidores jóvenes, conectados, que no solo compran lujo: lo documentan, lo viven y lo comparten», afirma Luis Morales. Para las marcas, estos formatos no son un simple capricho estético, sino estrategias de conexión emocional profundas.

El plato como manifiesto de marca

En un contexto donde el lujo ha trascendido la mera posesión para convertirse en una experiencia integral, estas incursiones culinarias son una extensión coherente del storytelling de marca. Cada plato, cada mesa, cada detalle en el menú, comunica valores fundamentales como la herencia, el diseño, la innovación o la sostenibilidad.

«Hoy el plato también comunica herencia, diseño y deseo. Y en un mundo saturado de estímulos, ese storytelling es lo que realmente convierte una comida en una experiencia de marca», concluye Morales Ortiz. Lo que antes se exhibía en las pasarelas, ahora se saborea en una mesa decorada con monogramas. La alta costura ha encontrado una nueva forma de expresión: a través del arte culinario.

¿Qué otras marcas crees que deberían incursionar en el mundo del fine dining para ampliar su narrativa de lujo?

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